sábado, 24 de enero de 2015

Paul Klee: La flecha


Padre de la flecha es el pensamiento: ¿cómo extender mi extensión hacia allá abajo, del otro lado de ese río, de ese lago, de esa montaña?
La contradicción entre nuestra impotencia física y nuestra facultad de abrazar a voluntad, a través del pensamiento, los dominios terrestre y supra-terrestre es el origen mismo de lo trágico humano. Esta antinomia de potencia e impotencia es el desgarro de la condición humana. Ni alado ni cautivo, ese es el hombre.

La idea como mediación entre la tierra y el universo. Cuanto más grande el viaje, más intenso lo trágico. ¡Tener que devenir movimiento y no serlo ya! Lo trágico está presente, pues, de entrada. La consecuencia: ¿cómo va a venecer la flecha resistencias y fricciones? ¡No alcanzar jamás el reino del movimiento perpetuo! Conciencia de que allí donde hay un comienzo jamás se halla lo infinito.
Consuelo: ¡un poco más lejos que lo habitual!, ¿es posible?
Dénse alas, o flechas, a fin de ganar el gran mar, aun si pierden el aliento sin poder ganarlo.


Paul Klee: Teoría del arte moderno. Cactus, serie perenne, 2008.

sábado, 3 de enero de 2015

Escribe Paul Klee en sus Diarios:



"Mi ardor pertenece más al orden de los muertos y al de los seres no nacidos. Mi arte carece sin duda del estilo apasionado de lo humano. No amo con un corazón terrestre a los animales y al conjunto de los seres. No me inclino, en absoluto, hacia ellos; ni los elevo a mi altura. Más bien me fundo, primero, en la totalidad; y me encuentro luego a un nivel fraternal respecto al prójimo, respecto a toda vecindad terrestre. Lo terrestre cede en íi al pensamiento cósmico. Mi amor es lejano y religioso.
Toda tendencia faustiana me es ajena. Ocupo un punto apartado y original de la creación, a partir del cual presupongo fórmulas inherentes al hombre, al animal, al vegetal, al mineral y a los elementos, al conjunto de las fuerzas cíclicas. Millares de cuestiones cesan, como si estuvieran resueltas. Aquí, ni doctrina ni herejía. Las posibilidades son infinitas; y la fe en ellas vive, en mí, creadora.
¿Emana calor de mí? ¿Frío? No se trata de eso allí, más allá de la incandescencia. Y como la mayoría no podría llegar a ello, son raros los que pueden ser conmovidos. Ninguna sensualidad, por noble que sea, me permite establecer un contacto con una gran mayoría. El hombre, en mi obra, no representa a la especie, sino un punto cósmico. Mi mirada lleva demasiado lejos y casi siempre a través de las cosas más bellas. “No es capaz de ver ni siquiera las cosas más bellas”, se dice a menudo de mí.

El arte es un símbolo de la creación. Dios no se preocupó de las fases fortuitamente actuales."